Elena Azkue Madariaga de 102 años regresó a la fábrica de Basauri a la que entró en 1937 con 17 años y que abandonó al casarse en 1958
La planta de Bridgestone en Basauri tuvo hoy una visita especial porque acudió la extrabajadora centenaria Elena Azkue Madariaga que regresaba a su lugar de trabajo 63 años después, acompañada de su hijo José Ángel Martínez Azkue. Elena las ha visto de todos los colores y, pese a la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, no pierde el buen humor y las ganas de vivir.
Hoy la directora de RR.HH. de la fábrica Bridgestone en Basauri, María Aldecoa junto con el alcalde de Basauri, Asier Iragorri la recibieron y la acompañaron en un breve recorrido por la planta. De hecho, María Aldecoa, le hizo entrega de una escultura en nombre de la compañía, e Iragorri un ramo de flores en nombre del Consistorio. «Estas personas se merecen un homenaje por haber vivido tanto y por si fuera poco con una salud tan envidiable como la de Elena. Ellos son nuestro patrimonio inmaterial por el valor de su experiencia y el conocimiento que atesoran», ha señalado la directora de RR.HH.
Natural de Basauri, en concreto del caserío Solokoetxe de Ariz, y con una salud de hierro, trabajó durante 21 años en Firestone – como así se llamaba por aquél entonces- convirtiéndose con 17 años en una las primeras mujeres que trabajaban en la empresa.
Desembarcó en la compañía en 1937 “en las oficinas donde me empezaron a enseñar, para luego pasar abajo a “bandas” donde se fabricaban las capas para las cubiertas para luego llevarme a cámaras», relata. Pero su progresión sufrió un parón inesperado al tener que desplazarse hasta Londres “para ayudar a mi hermana enferma, pero posteriormente regresé a la fábrica, tras la insistencia del jefe de Personal Luis Bergaretxe”, rememora con una sonrisa.
Durante su vida laboral en la compañía destacó por su compromiso con la empresa por lo que recibió varias gratificaciones, “lo que se llamaba Gratificación Ejemplar que era un sobre especial que nos daban por nuestro esfuerzo, disponibilidad o dedicación”, detalla y añade con nostalgia que “para que comprobéis mi dedicación, el guarda venían a buscarme los domingos a casa para que fuese a trabajar cuando había visitas extranjeras para que vieran cómo preparaban las telas para hacer una cubiertas.” También explica como en las inundaciones de los años 40 se quedó aislada en la fábrica y “me encontró mi hermano Pedro, que también era trabajador de aquí, y me tuvieron que sacar en un camión.”
Pero también pasó momento complicados como cuando contrajo el tifus en los años 50 “que me impidió trabajar unos meses y por el que perdí el pelo por completo. Así no quería regresar porque no quería que me vieran, pero mis compañeros y jefes me animaron a que lo hiciera, y cuando lo hice mi jefe me quitó el pañuelo que me cubría y todos me aplaudieron”, relata emocionada.
Elena trabajó en la planta hasta el año 1958 que fue cuando contrajo matrimonio y fue madre. Su andadura profesional la completó en un negocio familiar en el que estuvo hasta que se retiró a las 67 años.